La vida es como el humo del
tabaco, que se enciende y se esfuma en un reducido espacio de nuestra
existencia. Humo que desprende el tabaco y que se eleva en el aire desafiando
la ley de la gravedad. Humo que adopta efímeras y caprichosas formas. Humo que
nos distrae mientras lo miramos con los ojos de la inocencia. Humo que se nos mete en los ojos y nos hace
llorar de impotencia por el dominio que sobre nosotros ejerce. Humo que te va a
asesinando lentamente y tú, sin darte cuenta. Un pausado sabor que paladeas en
forma de veneno y tú, sin enterarte.
Pero no olvidemos que ese
humo, para los fumadores, se transforma en puro placer. El placer de una lenta
muerte que te va guiando hacia el sendero del cementerio. No sé si me explico,
pero sabes tú querido amigo, lo que quiero decirte. Vive mientras tanto como un
fumador empedernido, y luego, que te entierren. Allí estaré para no faltar a la
cita de tu sepelio. Es en lo que acabarás si sigues enamorado de las
caprichosas formas del maldito humo que juega contigo como la primavera juega
con los cerezos. Vive amigo mío absorbiendo el puro tóxico hasta que llegue el
momento de tu muerte y yo escriba en tu lápida: “Aquí yace un amigo que fue
asesinado por un señor llamado tabaco”. Descansa en paz, imbécil.
Paco Morán (1-4-95)
Prohibido fumar en
el mundo