En la penumbra de aquel
atardecer, descubrí algo en ti que me hizo comenzar de nuevo a entender el
sentimiento. Era algo así como un sentimiento fresco y puro. Vi la golondrina
en su nido, vi ocultarse el sol y sentí que la vida era bella, que merece ser
vivida. Sí, vivida por mí. Descubrí que soy parte de una rosa cuyos pétalos
perduran hasta la eternidad. Sentí deseos de reír, de llorar, de ver el futuro,
de palparlo, de borrar el pasado y vivir el presente. Sentí renovarse en mis
venas la sangre. Perdoné, recordé y sufrí al mismo tiempo. Llegué incluso a
morir pero resucité al instante. Vi llegar la luna rompiendo el negro manto de
la noche iluminando el claro espejo del manantial. Vi mi rostro fresco y lleno
de juventud, una juventud que es mía, que es mi presente pero quizás no sea mi
futuro. Un mañana que no es mía, sino de ti, de la humanidad... Ayúdame, te lo
pido.
Eres tú o tú, no lo sé,
pero existes y tarde o temprano, llegarás a mi vida para romper esta soledad
que me inunda. Cuando lo hagas, alzaré mis ojos cual límpidas ágatas hacia el
cielo y en ellos verás la plenitud de mi amor. El viento susurra tu nombre y me
lo posa en mi ventana. No lo distingo pero siento que la tierra es mía. Siento
vida y plenitud en el corazón. Presiento que amo algo bello que aún no conozco.
Anónimo
llegado a La Radio
de El Vagabundo (24-8-95)