Hoy busco en
la madrugada un papel blanco en el que poder escribir lo que hoy deseo decirte.
Estás dormida y contemplo tu sueño para poder inspirarme. Letras sobre el papel
que quedará como testigo de una noche apasionada. Y porque aún veo mis besos
ardientes sobre tu piel. Escribo letras y letras para dejar impregnado en el
folio todo el recorrido que por tu cuerpo hicieron la yema de mis dedos.
Ha sido uno de
los viajes más hermosos que jamás hicieron mis dedillos. No me emocioné tanto
ni cuando con mis dedos acariciaban las cuerdas de mi guitarra. Jamás mis
labios descansaron en un lugar tan ardiente. Mi boca hace unos minutos ardía
como la erupción volcánica acaricia la ladera de la montaña. Miro tu sueño y
deposito en el papel las letras llenas de lagrimas de emoción por lo que me has dado
sin pedir nada. Nada de ambición. Nada de materialismo. Solo me pides que te
deje amarme como las aves piden al estío la mejor temperatura para acurrucar a
sus polluelos.
La madrugada
va avanzando y yo sigo escribiendo sobre el papel mojado por las lágrimas de
emoción que de mis ojos caen.
La luna ya
casi se ha despedido de mí y el sol parece asomar con sus primeros rayos por el
pequeño resquicio de nuestra alcoba.
Tu despertar
es muy lento, tan lento que tus movimientos parece una provocación a una nueva
lujuria. Me miras y te miro, y sin decirnos nada abrazas mi cuello y lo
aprietas contra tu pecho. El papel blanco con mis palabras se mezcla entra las
sabanas revueltas. Nos movemos para que éstas sean testigo del momento más
pasional de nuestra cita.
Paco Morán (17-11-2010)