No tengo la evidencia de la vida después de la
muerte, pero tengo certezas en esta vida, la muerte aún no me ha llegado. El
reconocimiento del anhelo más profundo de mi ser, me lleva a la intuición de lo
absoluto e incluso de lo absurdo. Distingo el ansia como mi propia esencia.
Percibo a través de mi cuerpo todo lo que me rodea, la realidad se expresa por
sí misma. Concibo en mí un sentimiento de placer o dolor, no sé... Analizo la
naturaleza de ambos acuciada por un vacío intenso. Quiero descubrir la vida pero
no conformarme con ella. Si he de sufrir, pretendo que sea por una buena razón.
Te pregunto si hoy puedes ofrecerme una respuesta.
Sólo escucho una en mi interior. El placer y la felicidad son conceptos
distintos. Imagino poseer todo aquello que proporciona deleite a mis sentidos
¡Qué escaso valor de lo breve e insuficiente para mi deseo! ¡Qué precio tan
elevado el sufrimiento de los seres! Sin embargo, ciertos placeres me suscitan
una caricia interior, un destello de esperanza, una vanidad desvanecida...
De la ilusión brotan alas invisibles y sueños
imposibles. Toda la belleza fundida en un abrazo de amor se esfuma sin
esperarlo. Dos amantes separados, perdidos en el espacio y el tiempo en un
reencuentro eterno. Le entrego mi vida a mis ojos, el ensueño me torna más
bello. Con ingenuidad hoy presiento la
felicidad.
Paco Morán (23-12-95)
Cuando un amor se
marcha, la soledad inunda
tu entorno