Tengo
frente a mí a un hombre que ha hecho del Rocío un cántico a los gozos. De la
aldea almonteña ha sacado una liturgia en forma de sevillanas y plegarias. En
el Rocío ha vivido las mejores historias de amor y desamor. Esas tradiciones,
fueron cantadas por sus coros, por él y por sus esposas.
Jamás
supe ni sabré nunca, si estas historias ocurrieron en la realidad o sólo en su
imaginación. El enorme respeto que por él siento nunca me ofreció el
atrevimiento de preguntárselo, por todo ello, solo mi concentración encefálica
puede jugar con las deducciones envueltas en un juego de azahares amorosos.
Las
veinticuatro horas del día son insuficientes para elaborar sus trabajos. Le
faltan horas para compartir diálogo con sus grandes amigos. Vive atrapado por
la carretera en la que deja las señales de sus neumáticos describiendo palabras
relacionadas con las vírgenes, los señoríos y los rezos. Pero también, él
relata palabras escritas con tintas de amor.
Atrapado
entre el estudio y el escenario, siempre encuentra una vivencia para
entregárnosla cada año. Pretende hacer de sus coros orquestas sinfónicas que
cantan al espacio de lo eterno.
No
me resultó fácil traerle a la radio de El Vagabundo. Su agenda no admite
concesiones. El tiempo le atrapa sin darle tregua. Le entrevisté por primera
vez en 1985 con motivo de la publicación de su mejor disco, ‘Derramando Gracia’.
Fue una obra genial e insuperable. Es para mi consideración subjetiva lo mejor
realizado por este hombre, José Manuel Carrión. Los amigos le llaman “Joseli”.
Yo siempre le llame José. El Vagabundo pudo hablar en el día de la fecha con un
hombre del que siempre pensé que se había enamorado dos veces.
Paco
Morán, (4-3-96)
Jamás me había tomado un café a la
1:30 de la madrugada pero está mereciendo
la pena
José
Manuel Carrión (3-3-96)