Ya se divisa a lo lejos cómo la nieve cubre la cima de
las montañas. El blanco es el color general de la escena, el negro marca mi
sentimiento. El Vagabundo observa cómo los ciervos se revuelcan en la nieve
para pintar sus lomos de blanco. La ilusión emerge a través de la sonrisa de un
niño. La navidad ya se siente. Triste y alegres navidades para unos y para
otros; blancas sonrisas y negros llantos vuelven a ser el contraste de tan
señalada fecha.
Con la
llegada de los primeros fríos, mis hermanos vagabundos esperan la muerte en los
bancos de los parques. En estas fechas tan entrañables y desiguales, algunos
brindarán la fiesta con cava y otros lo harán con lágrimas. Unos cenarán caviar
y otros un trozo de pan duro que encontrarán depositado en el principio de una
ventana. Sobras de riqueza para alimentar al mendigo que espera los restos del
banquete. Algunas mujeres lucirán lentejuelas y otras un harapo viejo que
encontrarán en un contenedor de basura. Navidad quemada y Navidad clara.
El punto
intermedio entre la grandeza y la miseria es lo que El Vagabundo pretende
encontrar cada noche. Pero veo que este milenio sigue siendo sórdido y confuso.
Y mientras exista un hombre que no sea libre, todo estará perdido. El Vagabundo
quiere a los hombres libres, hombres que sean libres para elegir, libres para
comer o libres para amar. Hoy todos estamos abdicando de nuestra propia
libertad.
Paco Morán (30-11-96)
Los
pobres quieren ser ricos pero los ricos no quieren ser pobres.