Mi vida era la
historia de una tierra gris, donde habitaba un árbol sin frutos, sin plantas,
sin flores, sin esperanza. Era una tierra donde los animales despiadados
cortaban el aire con sus afiladas garras. Mi vida existía en un mundo sin
sueños, sin ilusiones, sin anhelos. Mi vida era plana, insostenible, vacía y
amarga.
Pero un día, un buen día,
un rayo de sol iluminó mi cielo gris abriéndose paso entre espesas y negras
nubes. Me enseñó esa luz que más allá de la nada mis ojos podían ver. Había un
paraíso lleno de cosas bellas que podía oler, mirar y sobre todo sentir. Una
persona llegó con ese rayo de luz para devolverme la risa, la alegría y el
entusiasmo que necesitaba para continuar en la lucha del día a día. Su
presencia hace que mi imaginación eche a volar.
Ahora parece que el tiempo
no pasa por mi vida y mi corazón parece salirse del pecho para estar un poco
más cerca de él. Él es lo mejor que me pasó en mucho tiempo porque devolvió el
color a mi tierra gris. Me regaló el arco iris y el aroma de las rosas. Cada
día le entrego mi alma para que pueda abrazarla fuerte y no me deje ir. Le pido
al destino que nunca le aparte de mí, pues sin el calor de su sonrisa ya no
podría vivir.
Anónimo (9-08-2009)