Amiga, si vas a lavar al río, no lleves jabón que falta
no hará. Dichosa es el agua del río Odiel que acaricia tus manos. Felices son
los pajarillos que en el margen izquierdo de su bajada revolotean cuando tu
presencia intuyen. Su pronto encuentro con las aguas saladas del Atlántico, hoy
seguro que será diferente cuando tus manos las aguas dulces del río hayan
besado. Los peces asoman hoy sus cabezas para ver el rojo de tus mejillas. El
agua baja clara para que en ella tu rostro quede reflejado como el más limpio
de los espejos. Y es que tu belleza me trastorna.
Nunca un paraje natural había
lucido tanto hasta que tú allí llegaste
para lavar mi camisa en el agua del río. Amiga, no existe cuadro en mi
mente en el que tú no estés presente. No he visto jamás una mirada tan
destellante como la tuya. Amiga, muchas veces he suspirado para que dejaras de
ser mi amiga y te convirtieras en mi amante hasta el fin de los tiempos.
Paco Morán
(30-6-95)
Las
mujeres buenas van al cielo, las malas a todas partes