El Vagabundo quiere en esta
sombría noche establecer las claras diferencias entre amar y querer. Son tales
las diferencias entre las palabras y el hecho consumado de su práctica, que hoy
en ellas duerme mi interés por su definición.
Cuando el vagabundo amó a
alguien, el corazón parecía salirse de
su hueco, parecía acelerar su marcha hasta el punto de ahogarle su palpitar
incansable. Las mariposas revoloteaban por su estómago como aves coloniales que
buscaban una salida. Cuando El Vagabundo amó, los nudos en la garganta fueron
estrangulándole hasta casi cortar su respiración. Carraspeó la lubricidad de
sus cuerdas vocales. Las lágrimas de emoción surgían a la menor nota de
sensibilidad cuando aparecía la mujer amada.
El que quiere y no ama, nada
de estos síntomas conoció. Está demostrado que el que ama, pasa las
veinticuatro horas del día pensando en
el ser venerado; el que quiere, sólo a veces.
Siempre ha ocurrido, que las
más bellas historias de amor han tenido el ocultismo como símbolo, porque los
seres que se aman, buscan el oscuro mundo de las madrugadas para iniciar
caminos paralelos en sus encuentros. Los hombres y mujeres que se quieren, encuentran
en la luz del sol el punto de partida para demostrar su unión sentimental.
Amar y querer. Palabras
separadas por realidades demostradas. El Vagabundo nunca quiso, amó. Este viejo
mendigo de la palabra conquistó a quien le dio el más mínimo calor que necesitó
cuando andaba cansado y triste por la vetusta y asediada ciudad. Siempre El Vagabundo
encontró el más inesperado encuentro con la mujer de sus sueños. A veces fue
algo que duró mucho más de lo esperado. Hoy sigo buscando a mi princesa
vagabunda, no para quererla, sino para amarla.
Paco Morán (6-4-95)
Todos los
hombres son propiedad de las mujeres casadas