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El circo



Llegó el circo a la vieja ciudad. Los camiones rugen al unísono de los gritos emocionados de los niños que dan la bienvenida a los visitantes. Aplauden los pequeños y los motores de los vehículos silencian sus bramidos. Los mozos empiezan a descargar las lonas que han de cubrir a los artistas. La parafernalia del montaje inicia su progreso.

El Vagabundo observa cómo las gotas de sudor comienzan a caer por las mejillas de los mozos. Con el pañuelo que anudan en sus muñecas, limpian  el simbólico líquido de la extenuación. Se elevan al cielo azul de la vetusta Onuba las torres metálicas. Los mozos emprenden el trepar por ellas. Un arduo trabajo que realizan mezclando esfuerzos, sonrisas y palabras. De repente, todo se paraliza, ya que un cigarro es el motivo de relax para los esforzados hombres que presentan la otra cara del circo.

¡Descansen! -grita una voz cansada- Y tras la pausa… ¡Vamos, lonas arriba! -grita una voz ronca-. Todos elevan su vista al cielo y las lonas se enaltecen a lo más alto del eje que referencia el montaje. Martillazos para fijar la estructura, aprietos de tuercas, nudos que van y vienen... Todos con fuerza anudan las sogas. Todo está listo para que el espectáculo comience a la caída la tarde.

El público ya disfruta con sus artistas. Los hombres que no reciben el aplauso están pendientes de toda variación que pueda surgir en el espectáculo. Tirarán de la cuerda del trapecista, montarán los barrotes de las jaulas, extenderán la lona de la pista y darán de comer a las fieras. Nadie ve lo que hacen. Todo retornará al finalizar y mientras los artistas duermen, ellos volverán a realizar el ímprobo esfuerzo del desmontaje. Tornarán a limpiar el sudor de su frente aún en la madrugada.
Ellos no han recibido el aplauso del público. Hoy, El Vagabundo, no ha querido contemplar el mayor espectáculo del mundo. Hoy El Vagabundo, ha querido rendir homenaje a aquellos que no disfrutan del aplauso, pero que también son parte especial del mayor espectáculo del mundo.

Paco Morán  (3-11-94)

Me gusta sentarme y observar al que camina

Narraciones escritas por Paco Morán









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