En
esta hora intempestiva la ciudad duerme al borde de la cama y al filo de la madrugada. Cuando los motores de
los coches han dejado de rugir y las farolas se encendieron, El Vagabundo
comienza a caminar. La ciudad se recoge adormecida para soñar con los más
inmortales deseos de coquetear con los ríos antes de que el gallo cante. Y lo
hará con el nacimiento del alba.
En
esta hora íntima en la cual te vas quedando solo contigo mismo, se despierta la
sensibilidad dormida en un día de prisas y agobios. El Vagabundo aparece a la
hora en la que se resplandece la luz que todos llevamos dentro. Esa luz que nos
enciende los recovecos de nuestro pasado y los pasillos de nuestra memoria.
La
noche es la única oportunidad que nos ofrece el tiempo para hablar con nosotros
mismos, o quizás para hablar con el silencio y con nuestra conciencia. Como El
Vagabundo, la noche entra en tu hábitat
para rodearte con sus perpetuos brazos de sensibilidad.
Llego
a la hora en la que se duerme la razón y se despierta el espíritu. Llego a la
hora de la fantasía y en el instante de la imaginación. Llego a la hora en la
que se despierta el mundo de la vigilia y de los sueños. Ando descalzo para no
hacer ruido porque lo niños duermen en sus cunas y los pajarillos frioleros en
las copas de los árboles.
Llego
a la hora en la cual la pareja luego de todo el día viviendo en la distancia,
se reúne para protagonizar un acto de amor sin libreto. Llego para prestarte un
poco de música y palabras, algo que posiblemente nadie te dio durante todo el
día.
Paco Morán (4-6-95)
Como una
amante la radio te atrapa y emociona