Estoy
solo. Hoy no ha venido nadie. Siento el mismo dolor que nota el misionero
cuando ve que su mensaje se pierde entre las nubes sin ningún receptor a su
alrededor. Hoy todos se han marchado. Hoy El Vagabundo se siente como el
cantante que le silban al terminar su actuación. Hoy siento el desengaño del
fracasado. Intento cautivar rosas y recojo espinos. Espero aplausos y recojo
enojo y abandono de fieles.
Pero a
pesar de todo, he de seguir aquí en mi radio. He de continuar, porque mañana o
dentro de un siglo, espero que alguien venga a visitarme. Tal vez si nadie
apareciera nunca jamás tendría que contemplar la ausencia como una soledad
definitiva. Estoy solo en esta noche donde en la radio, todo es una sombra
oscura de desidia. Quiero, estés donde estés, que te sientas acompañado por mí,
de la misma manera que acompaño al cosmonauta que vuela por el espacio para
buscar lo desconocido.
Un
micrófono que utilizo como una ventana al espacio del infinito y unos
auriculares puestos, me sirven para contemplar la belleza de la noche desde
este lugar que me vio nacer. Aparezco por la misteriosa caja que te acompaña,
una caja de la que sale mi voz, una voz que hoy tiembla a la menor emoción.
No tengo
más apoyo que las palabras que encadeno a mi imaginación para completar estas
tres horas de continuas orgías de palabras. Tengo también un poco de música que
he de lanzar al vacío de lo inexplorado. Nada más, ese es mi único patrimonio
para retenerte. Me encuentro acorralado por el silencio y el destierro. Me ha
visitado mi compañera fiel, la soledad. Como mi sombra, sé esta convirtiendo en
los últimos años en la feligresa inseparable de El Vagabundo.
Paco Morán (23-2-1996)
Me encuentro acorralado por el
silencio y el destierro