Hoy El Vagabundo sólo escucha en su paseo
noctámbulo el chillido de la miseria y el chillido de los miserables. Camino y
camino y no dejo de oír el rugir de las metralletas y el estruendo sonido de
las bombas. La noche sólo me está entregando la zozobra de la angustia y el
himno alterado de los angustiados. Una noche en la que sólo oigo el grito de la
soledad y el aullido vicioso de los solitarios. No puedo cerrar mis oídos
porque hasta ellos llega el grito del poder y la avaricia monetaria de los
poderosos. No puedo más, mi cabeza estallará si sigo oyendo esta madrugada el
grito de las vanidades y el orgulloso coro de los vanidosos.
Todos los gritos penetran en mi capacidad acústica para ser examinados y
a la vez, depurarlos en mi cerebro antes de que puedan hundirme en la
depresión. Todos los gritos sirven para llevarme a la confusión más frecuente,
sin saber el por qué de tantos gritos, sin tener recursos para cancelarlos.
Pero he de aguantar estoicamente una madrugada más en la radio de El Vagabundo
sin llegar al límite de la desesperación.
Paco Morán (1-2-95)
Cuando
no puedo hacer nada por los demás, me pierdo en la sinrazón