La soledad
nos llega acompañada de todos los hijos y fantasías del hombre. La soledad era
más llevadera cuando nos acompañaba leyendo al Capitán Trueno o los Tres
Mosqueteros. Ahora de mayor, la soledad se vuelve más dolorosa y triste. De niño
no me daba miedo, de mayor se hace cada vez más temible. Ahora temo que su
presencia sea demasiado prolongada. Sé que jamás me voy a poder librar de ella.
En este momento, la contemplo delante del espejo sintiéndome incompleto, como
si algo me faltara. La soledad me esta acompañando allá por donde voy. La
soledad es como mi sombra, está esperándome hoy en cualquier esquina, en la
barra de un bar, en la mesa de algún restaurante, acurrucada en la cama, o en
el arcén de cualquier carretera. A la soledad la conozco desde que era niño, a
la sombra desde que nací. A la soledad me negué siempre a darle cobijo, pero
ahora, no me queda más reparación que quererla y abrazarla.
He de
decirte, amor mío, que la soledad es mi única amante fiel. Cuando tú te marchas
ella viene. Cuando tú me besas ella aguarda en silencio hasta que tú te marchas.
La soledad nunca ha interrumpido nuestro acto de amor, porque ella, amor mío,
no aparecerá cuando tú estés conmigo. En todo momento que te cortejo y te mimo,
la soledad mira la escena en silencio sin interrumpir nuestro cruce de miradas.
Pero cuando tú, amada mía, cierras las puertas y te marchas, ella me rodea con
sus largos brazos y me mira con sus profundos ojos negros. La soledad nunca
sentirá celos de ti bella dama, porque mi soledad sabe que nadie ocupará nunca
su lugar.
Paco Morán (23-9-96)
No
tengas celos de lo efímero