Cantó el gallo. Salió el
Sol. Se abrieron los primeros bares. Sonaron los despertadores. Los obreros
madrugadores se cruzaron en las calles. Los noctámbulos se marcharon a casa.
Empezaron las avenidas a inundarse de coches. Sonaron las sirenas de las fábricas.
El tostador se llenó de tostadas. Se abrieron los mercados. Las tiendas de
flores desprendieron agradables aromas. Se llenaron las aulas de las escuelas.
En esta jornada se pusieron ladrillos, se firmaron
préstamos, se leyeron periódicos, se pusieron multas, se dieron tirones, se
colocaron denuncias, se certificaron letras, se devolvieron talones, se
hicieron exámenes, se provocaron enfrentamientos, se carcajeó, se lloró, se
escuchó la radio.
Y en el ocaso del día, volvieron a sonar las
sirenas de las fábricas para finalizar la jornada mientras los niños volvieron
a casa viendo como las farolas comienzan a iluminar la noche de la vetusta
Onuba. Y cuando llegó la noche,
cambiamos el pantalón por el pijama, hicimos el amor y hablamos con nuestra
conciencia. Pero al final de cada día, el imbécil siguió siéndolo, el bondadoso
siguió su camino marcado, el tímido fue tímido y el cobarde, cobarde. Y mañana
volverán a sonar las sirenas de las fábricas, cantará el gallo y volveremos al
trabajo para aguantar al jefe.
Siempre igual, todos los días lo mismo. El Vagabundo quiere invitarte cada noche a descubrir nuevas sensaciones para cambiar tu vida monótona y aburrida. Te espero en el cono sur de España. Cuando el sol haya dejado el espacio del infinito a la luna, ven a verme. Te espero en mi alcoba.
Paco Morán (26-6-95)
Para romper
con la monotonía sólo hay que bajarse del mundo en la próxima parada