El Vagabundo anda descalzo por la madrugada de la
vetusta Onuba. Hoy, sus calles se encuentran mojadas por el rocío de la noche.
A través del cristal, también mojado por las gotas de la fina lluvia, mira una
bella y desconocida dama. Contempla desde las alturas a un pobre solitario que
camina con paso lento y buscando refugio donde pasar la madrugada. La lluvia
moja sus largos cabellos. El viento de la angustia intenta secarlos.
Mientras, él levanta la mirada
para contemplar el vacío que encuentra más allá del infinito. Pero allá unos
ojos brillan en la distancia por las lágrimas que saltan de ellos. El Vagabundo
oye voces doloridas que se pierden en la confusión, huele el mendigo de la
palabra la sangre que borbotea desde las viejas suplicas. Si cada noche caminas
con El Vagabundo, podrás vivir las mismas escenas en los distintos escenarios
de la vida.
Paco Morán (7-9-96)
El cielo se ha convertido en el único techo de El Vagabundo